miércoles, 22 de junio de 2016

¿Quieres hacerte la tarjeta? ¡Es gratis!

Muchísimas gracias guapa (o guapo), pero gratis no me interesa; mis datos personales, si los quiere la empresa, me los tiene que pagar...


Las cajeras del súper (y cajeros) hacen su trabajo, recordémoslo.

La minería de datos es uno de los negocios más en boga.
Todos sus actos, hasta los más insospechados, son monitoreados.
Se elaboran perfiles de comportamiento a partir de sus hábitos, y por eso recibe usted publicidad justicamente de lo que está buscando, mira tu que casualidad.


Calzoncillos Velocidad Luz. Como los que ves en tus sueños.

Si algo tiene de positivo el mundo infernal en el que vivimos es que es asquerosamente predecible. Cualquier cosa que usted reciba "gratis" es simplemente a cambio de algo que usted tiene y que no sabe que tiene.
Y como no sabe que lo tiene ni lo que vale, se le cambia por bisutería. Y además queda usted contento.

¡Hágase la tarjeta! ¡Es gratis y además al cabo de un año le regalamos una auténtica Mierda con Tomate! (c)MierdaConTomate.Todoslosderechosreservados

Desde su computador, desde su computador móvil (que además sirve para llamar por teléfono), tarjetas varias y desde la inmensa red de dispositivos que existen actualmente en las ciudades se reciben datos precisos de sus acciones, comportamientos, conversaciones, escritos, personas con las que se relaciona, hábitos de higiene, blasfemias preferidas y cantidad de ventosidades que evacua usted al día. No estamos exagerando.

Todos estos datos se venden por un muy buen precio a las empresas, y los entregamos gratis. No sabemos.

Si el supermercado que usted frecuenta los consigue gratis gracias a su consentimiento, no los tiene que pagar a precio de oro a las empresas de minería de datos. Como decíamos, todo asquerosamente predecible.

Animamos desde aquí a preparar un contrato para que lo firme el responsable de la tienda, exponiendo claramente  nuestras condiciones y fijando un precio justo por nuestros datos personales de consumo. Los colorines de la tarjeta tampoco estaría mal poder elegirlos.

Si jugamos con las reglas del "capitalismo", mejor jugamos bien, ¿no?


-¿Me dice su código postal? -¡Ni lo sé ni me importa! Bueno... ¿cuánto pagan?